:: Zona socios/as ::

La Buena Vida

Entre los profesionales de la sociología, que alguno hay, cuando se nos pregunta sobre nuestro cometido, solemos responder: Los sociólogos estamos para arreglar lo que rompen los economistas. Lógicamente, es una humorada entre profesionales que se dedican al mismo campo, la sociedad. Pero esconde una cierta realidad, la dimensión social no puede medirse exclusivamente por parámetros cuantitativos de riqueza. Ni colectiva, ni personalmente. Como en su día afirmó Robert Kennedy: “El PIB lo mide todo excepto lo que hace que valga la pena vivir la vida”.

En parte, esa debilidad del PIB se intentó corregir con otros indicadores de bienestar social;  tales como el índice de desarrollo humano o el índice de desigualdad. Pero la cuestión es más conceptual. A grandes males, grandes remedios. A grandes crisis, grandes reflexiones. Cuando una sociedad no ve futuro, se libera de su pasado. El trabajo ha dejado de ser el recurso normalizado de ingreso en la sociedad. La sociedad no sólo es más desigual sino que se fragmenta y se blinda en grupos e identidades. Ante ello, es necesario pensar al margen de la norma social hegemónica.

Ante una de las crisis sociales más rotundas de los últimos tiempos surge con fuerza el marco teórico de la Sociología de la Buena Vida. Un marco referencial sobre cómo entender nuestra vida en sociedad y sobre cómo entender nuestra relación social bajo el prisma del Bien Común. La Sociología de la Buena Vida parte de una conceptualización moral, de valores, e intenta implementar otros indicadores sociales para medir el Bienestar Social.

La “Buena Vida” de una sociedad no tiene que ver con su productividad sino con su sociabilidad. Es decir, no mide los productos; mide el tiempo que dedicamos a la amistad, a la familia, a la comunidad política, a nuestro entorno medioambiental. Se trata de medir la felicidad colectiva. Hasta cierto punto, rescata la vieja pauta ilustrada consagrada en la Constitución de Cádiz. En su Art. 13,  expresaba que objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.

Por todo ello, es conveniente cuestionar la mecánica correlación entre riqueza económica y felicidad. Sobre todo, porque en ese proceso de obtener riqueza se nos va el tiempo; el único bien verdaderamente valioso. El amor, la amistad, el trabajo no alienado, la participación y la relación con la naturaleza son actividades que necesitan tiempo. La “buena vida” tiene que ver con el propio control de tu vida, con tu empoderamiento.

Habitamos un mundo que se rige por rigurosas normas temporales. No se trabajan más horas, pero tenemos menos tiempo. Tenemos horarios hasta para el tiempo libre, nuestras vacaciones están programadas. La complejidad de nuestra sociedad hace que el tiempo se perciba como excesivamente acelerado. Se necesita tiempo para que el individuo haga suyo el mundo, para sentir el mundo. Por ello, es preciso detenerse a reflexionar sobre cómo controlar tu tiempo en lo que verdaderamente te da satisfacción.

Porque como diría Bauman: “Nuestra vida es una obra de arte. Para vivirla se requiere conocer el arte de vivir. Y para ello, es preciso establecer nuevas normas sociales; invertir los valores.”

Félix Taberna

Leave A Comment

Your email address will not be published.