Javier Gomá comenzó su exposición definiéndose como un escritor destinado a dar esperanza en las situaciones de crisis. Y reivindicó la figura del intelectual anticíclico, es decir, aquél que nos alerta en los tiempos de prosperidad y da esperanza en los tiempos de angustia. Muchos entienden que el filósofo debe generar ciudadanos críticos, aunque realmente los ciudadanos ya son críticos sin necesidad del intelectual. Lo milagroso no es la crítica sino la alegría y el gozo, más en un país como España donde se llama iluso al que tiene ilusiones.
Gomá no cree en el progreso por que sí, es más, el futuro no está garantizado y puede haber retrocesos importantes en el desarrollo de la humanidad porque ya los ha habido en el pasado, desde la caída del imperio romano o otras involuciones históricas. No obstante, viendo la historia es indudable que estamos mejor que hace 3000 años, 1000 años o 200 años. Y no solo desde el punto de vista económico sino también moral. La ley de la naturaleza es la ley del más fuerte, frente a la ley cultural que es la ley del más débil. No ha habido mejor época en la historia para el débil, pero a la vez hay un profundo malestar en la sociedad con la situación actual de crisis.
El ser humano ha demostrado una enorme habilidad para adaptarse a cualquier situación y entorno. Ha conquistado todo el planeta y su mayor enemigo es él mismo. El progreso moral es más difícil de detectar porque es más lento, tarda 70 u 80 años en manifestarse. Ahora es la primera vez en la historian de la humanidad que (al menos en los países de occidente) se da trato digno al extranjero.
La mortalidad nos hace desarrollar nuestras virtudes, el arte, la ciencia, la filosofía, la solidaridad, etc. La pandemia, tanto en cuanto nos recuerda nuestra mortalidad, también puede provocar un nuevo impulso a esos valores.
Hasta el siglo XX la humanidad se ha regido por el control y gobierno de distintas aristocracias. Pero ahora no es así, porque la democracia a dado sentido al un hombre un voto. Todos somos mayores de edad y no necesitamos la tutela de nadie. Es la que Gomá llama la ejemplaridad igualitaria. Y pide también el autor, respeto por la vulgaridad, y propone trabajarla en dirección de la ejemplaridad. El elitismo pertenece al pasado.
Respecto a los poderes públicos manifestó que no encuentra especial interés en criticar sin piedad al político como hacen otros, que parece obtienen un gran placer haciéndolo. Otra vez la clave está en tener una sociedad instruida. La opinión pública es donde debe estar el foco y no la vorágine política que opone a la sociedad calmada.
Nos propuso la insumisión, el humor, la deportividad y el juego como guías para tomarse la vida de forma práctica y con propósito de mejora. A los hombres de 50 años les hace la pregunta ¿Dónde quieres poner tu cansancio? Y es que a esa edad llega el desconsuelo, el cansancio y la melancolía. Su receta es la ingenuidad aprendida para evitar caer en el cinismo y el sarcasmo, y mantener el entusiasmo.
Por último, Javier Gomá nos muestra cómo todos los hombres somos filósofos porque tenemos una interpretación del mundo. Otras personas como él, escriben libros de filosofía. La misión del filósofo debería ser la de mejorar la percepción del mundo que tiene la gente para poder ayudarles a llevar una vida digna. Y terminó con un deseo, que sus libros tengan algún punto de verdad que les permita resistir el paso del tiempo para prestar luz y calor al lector del futuro.